La loca de atar y la cola de coches que montó en Cantabria
Nos hemos venido de vacaciones a Cantabria.
Costa, monte, sobaos y caminos que parecen diseñados por alguien que no tenía retrovisores en el coche.
Volvíamos de la playa por uno de esos caminos donde caben dos coches, sí... pero no con la anchura de una autovía.
Delante nuestro, una caravana.
En sentido contrario, un coche.
Y justo ahí... entra en escena ella.
🎭 La Señora del Renault.
O como yo la he bautizado con todo el respeto clínico del mundo:
La loca de atar.
Procuro no decir esas expresiones porque hace unos años trabajé como enfermera de psiquiatría en la planta de agudos (cuando están más loquitos) y, quienes padecen alguna enfermedad mental, tienen todos mis respetos, mi cariño y mi empatía. No me gusta reforzar esos estigmas. Me encantó esa etapa de mi vida.
Pero es que a la mujer se le iba la cebolla mogollón
El de la caravana se aparta. Muy decidido. Muy práctico.
Se mete en un hueco lateral, como quien dice “tranquilos, que esto lo resuelvo yo”.
Todo bien.
La señora del Renault se frena.
No pasa.
No retrocede.
Se le jodió el software. Se le fundieron los plomos. Dejó de llegarle riego.
Como cuando tu camarero nuevo se queda mirando el TPV con cara de que le habla en arameo.
Y empieza el show.
Fila de coches por delante.
Fila de coches por detrás.
Pitos. Gritos. Señores bajándose en chanclas a increpar:
— ¡Pero señora! ¡Que cabe!
— ¡Pero arranque ya, que esto es recto!
— ¡¡Le paso yo el coche, coño!!
Y ella, cada vez peor.
Más bloqueada.
Más nerviosa.
Más descompuesta.
Braseando como un entrenador de fútbol en la banda.
Cada uno que se acercaba volvía diciendo:
“Está mal de la cabeza” “Está fatal” “Está de atar”
No sé qué diría la señora. Me figuro que hablaría español, y no arameo.
40 minutos
Ya estábamos esperando a que llegase la policía.
Pero entonces…
aparece el héroe.
Uno tranquilo.
Con voz de persona que tiene plantas en casa.
Y le dice, muy suave:
— No se preocupe, ¿vale? Vamos poquito a poco. Yo le aviso si va a rozar.
✨ Magia Putagia
La señora avanza.
Despacio. Temblando.
Pero avanza.
Hay empleados que no están lentos, ni que no valgan.
Están bloqueados.
Y si los presionas, los bloqueas más.
No es que no quieran avanzar. Es que no pueden. Ahora no. Hoy no.
Todos tenemos un límite, un cupo al día.
Hay que saber ver cuándo el cupo está cubierto.
Cuando lideras, no siempre toca empujar.
A veces toca guiar.
A veces toca bajar el tono, respirar hondo y decir:
“No pasa nada. Vamos poco a poco. Estoy contigo.”
Porque si no, te pongas como te pongas, lo único que consigues es una cola de coches… y cero resultados.
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