No es mi rango. Error 404

Camarero desconocido. Not Found.

El otro día fui a una terraza muy de moda.

No quiero decir el nombre porque no me va el rollo chivato, pero tú sabes de cuál te hablo. Tiene mesas de mármol blanco, sillas doradas (incómodas) y platos que suenan a modernos aunque sean lo de toda la vida:

— Ensaladilla rusa con aire de mostaza.

— Croqueta de vacuno con reducción de pimientos confitados.

Vamos, lo que viene siendo la croqueta de toda la vida, pero con nombre de galardón Michelin.

Total, que estaba ahí con mi vinito, disfrutando del ambientazo, y se me ocurre pedir otra copa. Normal, ¿no? Estás en una terraza, quieres vino, hay camareros, tú tienes dinero… combinación ganadora.

Levanto la mano, me acerco un poco a un camarero que pasaba y le digo:

— Perdona, ¿me pones otra copa de vino?

Y él, muy correcto, con su delantal cruzado, cara de actor de serie turca y el moño bien puesto, me dice:

— Uy, lo siento… es que ese no es mi rango. Díseño a mi compañero, corazón.

Mi cara fue un poema.

— ¿Cómo que no es tu rango? ¿Es un vino o un arma de fuego?

Me entró la risa floja.

Yo pensaba que el vino se pedía. Que te lo servían. Que lo cobraban. Fin de la transacción.

Pero no. En esa terraza, cada camarero tiene su rango. Como si fueran jugadores del FIFA. O Pokémons.

No puedes pedirle algo a uno que no te ha tocado por sorteo.

Y claro, me quedé ahí, en la mesa, con mi copa vacía, esperando a que llegase mi elegido. El del rango. Mi Harry Potter del verdejo.

Porque claro, el protocolo va a misa.

Ni que la copa tuviera chip, o contraseña.

— No autorizado. Camarero incorrecto. Error 404.

Y mientras tanto, yo masticando aire y deseando que bajara de la montaña sagrada el que tenía permiso para rellenarme el copa-balón.

En fin…

Reflexión seria, pero no tanto

Que vale que los rangos ayudan a organizar. Que si uno lleva terraza, otro lleva sala, otro barra. Lo entiendo.

Pero que eso no se note.

Que no se le caiga el alma al cliente al suelo porque justo ha pedido algo al que “no le tocaba”.

Que no le hagan sentir como si acabara de romper el protocolo de Ginebra por pedir otra copa de vino.

Porque una cosa es tener operativa.

Y otra cosa es hacerle sentir al cliente que está molestando.

Y si te soy sincera, si en tu local la copa se queda sin llenar porque justo no pasa el del rango correcto…

Igual no necesitas más personal. Igual necesitas otra estrategia.

Pero eso te lo cuento otro día.

Y ahora que ya hemos reído con lo de los rangos, las croquetas con apellido y los camareros ninja que esquivan miradas como si fueran moscas...

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